Centro Párraga, Murcia
24 June – 14 September 2016
A primera vista, forma y color parecen los ejes vertebradores de la investigación plástica de Inma Femenía; que estaría articulada, así, por la serie de teorías que desde Newton hasta la actualidad han marcado la interpretación de nuestra relación no sólo con lo cromático, sino con la realidad misma. Y sin embargo su trabajo desborda el campo de estudios de cualquier psicología de la percepción, llevando la reflexión sobre la naturaleza de la luz y su representación al terrero de lo virtual y lo tecnológico. Un campo de resonancias físicas y emocionales, aunque también artificialmente orientadas, en una acercamiento al fenómeno visual mediado por los mecanismos que hoy en día lo posibilitan, donde se pone en evidencia cómo lo digital constituye ya nuestra segunda naturaleza.
Una segunda piel, si se quiere, de apariencia etérea y escurridiza, que la artista escruta a través de la abertura de una serie de pliegues que cuestionan la idea de pantalla, lienzo o plancha como extensión plana. El resultado es una serie de conjuntos y objetos, a caballo entre lo pictórico, lo escultórico y lo instalativo, donde la superficie se convierte en membrana: un plano no-bidimensional, fruto del ejercicio de una fuerza elástica encaminada a revelar cómo lo sensorial conforma una política de lo subjetivo. O incluso una geopolítica, ya que el uso de planchas de aluminio tratadas manualmente evidencia una preocupación no sólo formal por los acabados industriales, sino una exploración de la problemática material, tratándose el aluminio de un recurso muy común y muy utilizado, sobre todo, a partir del siglo XX, y al mismo tiempo tremendamente dependiente, para su producción, de la energía eléctrica.
Tensión presenta una serie de intervenciones dispuestas a la manera de una escenografía: una puesta en escena de acabados cibernéticos, enclavada como está en los laberintos de la llamada sociedad de la información, donde la producción de bienes inmateriales enmascara una política carnal repleta de contradicciones y explotación. A través de una teatralidad montada sobre un juego de equilibrio, la artista construye un territorio de geometrías replicables organizado por transferencias y degradados de color, reflejos de imágenes y datos movilizados de un registro a otro, pero también formas encarnadas, ya que no existe psicología ni comunicación sin biología. No en vano, el cuerpo de cada una de las piezas, producidas e instaladas en un ejercicio de imaginación material nos devuelve el lado vivo y analógico de toda experiencia virtual. Un tránsito que la artista lleva años estudiando en busca de clarificar un fenómeno repleto de incógnitas: cómo se simulan las partículas de luz más allá de la representación. Esto es, cómo los cálculos computacionales y algorítmicos configuran una experiencia tangible y aparentemente real donde se registra la huella del mundo.
Si bien durante el Renacimiento la aparición de la cámara oscura consumó la escisión entre el acto de ver y el cuerpo físico del observador, encerrando la mirada en un cubículo separado del mundo, el siglo XVIII asistió al nacimiento de un tipo de visión que, en cambio, según Goethe, pertenece al ojo. Es decir, un tipo de experiencia fisiológica, propia de cada ser humano, subjetiva, aunque también socialmente construida, como Inma Femenía pone en relieve, en tanto que resultado de una serie de operaciones maquinales revestidas de naturalidad. Abstracciones que ya no remiten sólo al ser humano como fuente de datos y sensaciones, sino a una serie de especulaciones matemáticas realizadas por dispositivos electrónicos. Cansada de engaños e ilusiones, presentes también en instancias como el sistema financiero, la visión contemporánea, en ese sentido, ha dejado de confiar en su capacidad de aprehender el mundo visible, delegando en una cascada de dispositivos que van desde el telescopio a las gafas para, finalmente, llegar a la animación 3D o, también, los scanners que la artista ha investigado en trabajos anteriores.
Con todo, ciertos planteamientos utópicos, a veces, pueden conducir a pesadillas. Durante la segunda mitad del siglo XX, diversas derivas de la pintura como los campos de color o las prácticas expandidas fantasearon con la construcción de un espacio pictórico mental, una zona de abstracción plena, muy parecida a la realidad que hoy vivimos. Varias décadas después, la realidad entera parece fabricada por la formalización y difusión de imágenes generadas por ordenador que han sustituido a prácticas más miméticas como el cine y la fotografía. Con su trabajo, Inma Femenía explora ese campo expandido como si de una excavación arqueológica se tratase. Capa a capa, la artista desentraña qué ha sido del ojo, la percepción y la representación tras la deriva post-humana. Somos, por encima de todo, observadores encerrados en una serie de convenciones, atravesados por un conjunto de limitaciones y normas sugeridas por diferentes técnicas, instituciones y prácticas discursivas. Puede, después de todo, que la tensión del título no sea otra que la fuerza que actúa sobre la posición de un sujeto relegado a objeto. Máquina y enunciado: objeto acerca del cual se dice algo y, al mismo tiempo, objeto que es usado en un paisaje de simulacros en cascada, donde los dispositivos ópticos constituyen el maquiavélico punto de intersección entre los discursos estético, científico y político.
Alfredo Aracil